Aquí nos encontramos ante una película que vislumbra a mí entender dos realidades principales llevadas a través de dos discursos enfrentados y presentadas por un gran orador. Bien, ahora intentaré explicarme más detalladamente. La película narra la historia de un profesor universitario de Texas y fuerte activista contra la pena de muerte en su país, que es encarcelado y condenado precisamente a la pena capital. Ahora bien, bajo estas premisas nos encontramos en la película dos discursos enfrentados y obvios. Un discurso a favor de la pena de muerte, que se define bajo una realidad que expone que a igual infracción igual castigo, puesto que es la única manera de advertir a los futuros infractores de no hacerlo. O como el miedo al castigo impediría en este caso la ejecución de la infracción. El otro discurso es contrario a la pena de muerte y sostiene que el castigo nunca puede ser la eliminación del infractor puesto que la institución no corregiría el mal comportamiento (que al fin y al cabo es la función de todo estado protector) y si crearía a su vez un comportamiento igual al del infractor, perdiendo toda legitimidad ante la supuesta justicia que reparte. Además de mencionar que el estado no es todo poderoso en cuanto a que no puede asegurar que su veredicto sea la realidad de la acusación. Vamos que pueden matar a un inocente y ese castigo no se puede corregir.
Si bien estas construcciones de dos realidades totalmente opuestas pueden llevarnos a cualquiera de las dos como validas, en la película, observamos más bien a la segunda como la, digámoslo así, más correcta. Puesto que el orador y por tanto el que nos construye nuestra realidad es el defensor de un determinado discurso (en contra de la pena de muerte), vamos asimilando poco a poco esa única visión. El director para ello utiliza la táctica o técnica de trocear el discurso e ir dándolo poco a poco y de manera inconexa. Para que así cuando tengamos todos los pedazos podamos al fin ver la realidad que tan deseosos estábamos ya de que se nos mostrase. Cómo lo hace, construyendo la película exactamente como la va narrando el protagonista (el condenado activista) a una periodista poco antes de su ejecución. Así y solo así el puede a su vez construir una nueva realidad, primero a través de la elección del discurso (que dice y en qué orden lo dice), segundo bajo la elección de a quién va dirigido el discurso (la periodista que ira obteniendo pruebas según va avanzando el discurso) y tercero bajo la elección de cuando mostrar el discurso (justo antes de su ejecución, ni antes ni evidentemente después). Con estos tres elementos el protagonista crea una nueva realidad y hace mostrar a los demás que su discurso (ahora si), es la mejor de las opciones.

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